El precio de una entrada de cine ha sido el foco de muchas polémicas en más de una ocasión. Bien es cierto que en bastantes zonas del país la entrada se sitúa en 9 euros por sesión, pero la verdad es que los productores de la película (aquellos que se encargan de financiarla y contratar al equipo actoral) no se llevan tanto como lo que cabría imaginar. Para producir una película es necesario asumir una enorme cuantía de dinero que se gasta y se traduce en contratación de medios técnicos, humanos y servicios a nivel de publicidad y distribución. La creciente inversión unida al creciente al incremento de impuestos ha dado lugar a un incremento en el precio final de la entrada de cine.
Pero ¿a dónde van a parar todos los ingresos que genera una película en taquilla? Si contamos con que el 21% del dinero recaudado va a parar a manos del estado en concepto de IVA y las empresas encargadas de proteger los derechos de las obras obtienen otro 3%, nos quedamos con un 76% del total que hay que repartir entre la empresa exhibidora (cines y propietarios de las salas de exhibición), la empresa distribuidora (que se encarga de la publicidad) y la empresa productora (la verdadera creadora del film). De la cantidad resultante la empresa exhibidora se lleva al bolsillo aproximadamente un 40%, mientras que las distribuidoras y las productoras un 20% respectivamente. ¿A qué no te lo esperabas? Pues como lo oyes, las salas de cine se embolsan más dinero que los estudios y productoras de cine más conocidos.
Sin embargo, con el encarecimiento de las entradas y la aparición de Internet, el número de espectadores en sala cae año tras año. Sólo en ocasiones especiales como en la fiesta del cine, el precio de las entradas suele reducirse hasta a 2 euros según afirman fuentes de la industria, asumiendo los costes como una forma de homenaje al espectador.
¿Nos encontramos ante la muerte del cine? ¡Esperemos que no!
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